domingo, 25 de enero de 2009

Escrito para no olvidar

Sólo recuerdo pasar por la casetilla amarilla.
Todo es turbulento después.
Violencia en la calle.

Una mano firme me tomó por un brazo, mientras la otra cubría amorosa y posesivamente mis ojos. Antes de eso aún podía ver el amanecer asomándose.
Su voz susurrando obscenidades en mi oído no sonaba dulce y femenina. Más bien pude reconocer el ademán vocal de los robustos hombres del campo.
No tuve tiempo de gritar (y aún habiendo tenido el aire para hacerlo, el miedo me lo habría impedido), su mano derecha pasó de mis ojos a mi boca, la izquierda, fuerte y resbaladiza, bajó a mis pantalones nuevos.
Con el rostro estampado contra el brillante amarillo de la casetilla, sentí sus dedos desabotonar mi pantalón. Lenta y frenéticamente, un objeto extraño a mi, pero bizarramente parecido a mi miembro se fue introduciendo en mi cuerpo, de abajo hacia arriba.
El movimiento oscilatorio fue aumentando gradualmente, exponencialmente. Hasta que al fin (eternamente lejano) sentí su rocío caliente llenarme, acariciándome la herida.
Quién sabe, a lo mejor era también mi sangre.

Amarillo. Un amarillo hermoso y positivo. De esos amarillos que los esotéricos visualizan en ciertas sesiones de meditación, o en viajes interiores.
Yo no tuve que visualizarlo. Me acompañó durante todo el trayecto.

24/01/09

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