Estos muertos gozan -sí, claro- de tumbas monumentales, esculturas grandiosas que les hacen homenaje, puertas de vidrio cerradas con candado y a veces hasta rejitas artnouvosas para proteger su hogar.
Pero yo no veo flores.
Sólo están los árboles y los gatos. No hay flores, no hay calor, no hay alma. Sólo turistas, y un hippie que medita semichingo en las escaleritas de una capilla. Son muertos ilustres y adinerados, son muertos olvidados.
Hace frío aquí, mejor me voy.
Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina.
07/08/09
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