Ayer lloré.
Ayer lloré mucho.
Lloré lágrimas y grité sonidos, ambos se hundieron en mi almohada. Lloré como tenía mucho tiempo de no llorar. Lloré como una chiquita a la que se le muere el perro. Lloré tanto que sentí que me ahogaba. Lloré y no sabía por qué. Lloré y sabía perfectamente por qué.
Luego me pregunté por qué.
Luego me dije no importa.
Luego lloré más.
Al fin se me acabaron las fuerzas y me quedé dormida, con la luz prendida y el rollo de papel higiénico al lado.
Dormir lo soluciona todo.
-Al menos hasta el día siguiente-.
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